El humilde nacimiento del Señor Jesús fue el preludio de su vida de entrega y sacrificio, que le llevaría a ofrecerse como el sacrificio por nuestros pecados.
“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.” Lucas 2:7
Mas de dos mil años atrás ocurrió un evento cuya sencillez –al principio– ha resultado totalmente desproporcionada al impacto que ha tenido en el mundo entero desde entonces. Nació un niño en Belén, aparentemente de una pareja joven común y corriente. Recién han llegado de Nazaret que está en el norte del país para cumplir con el decreto del César Augusto. Cada uno debía volver a su pueblo de origen para inscribirse en los registros romanos, pues estos gobernantes querían anotar a sus súbditos para asegurarse una buena entrada tributaria. Si el largo viaje desde Nazaret había sido cansador para una mujer en su condición de gravidez, se le torna ahora más agotadora la caminata de posada en posada, buscando donde hospedarse para luego cumplir con el censo ordenado.
Cuán cansada estaría María, a punto de dar a luz la criatura singular que llevaba en su vientre. Con los cupos agotados en las casas de hospedaje, María y José tienen que conformarse con quedarse en una cueva, usada para los animales. Se supone que sería un lugar fétido y no muy apto para la llegada de un Rey. Pero así fue, y rodeado de animales, paja y humedad, nació Jesús. Los dolores del parto habrían comenzado, y si hubo alguna ayuda al alumbramiento no lo sabemos. El hecho es que, sin tener cuna forrada en seda o algodón, María y José tienen que conformarse con una pesebrera en que acuestan al recién nacido. ¡Qué manera de llegar el Rey de Reyes a la tierra! Más tarde Pablo el apóstol sería inspirado a escribir sobre la humildad del Señor Jesucristo, “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres.” Fil. 2:6-7.
Esta humildad característica del Señor Jesús después le llevaría a ofrecerse como un sacrificio por el pecado, pues, “estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Fil. 2:8. La venida del Señor Jesús a este mundo en circunstancias tan pobres fue para enriquecer a los seres humanos con la salvación eterna. Gracias a Dios por su don inefable. –daj
Lectura Diaria: | ||
Esdras 9:1-15 [leer]
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/Daniel 10:1-21 [leer]
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/Apocalipsis 5:1-14 [leer]
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