Mes: Enero 2017

Creer con la verdad: la mujer samaritana (2)

“Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” Juan 4:23 Debe haber sido duro para la mujer samaritana reconocer delante de “un judío” que no tenía marido. Pero ella estaba delante del Hijo de Dios. Probablemente la expectativa del agua viva que produce vida eterna le llevó a sincerarse consigo misma y delante del Señor. En cada ser humano debe llegar el momento en que delante de Dios reconoce francamente su pecado: “no tengo marido”, “no he sido íntegro”, “no he dicho la verdad”, “no tengo la salvación”, “he pecado”.  Jesús reconoce el acto de honestidad de ella y le revela que sabe más de ella que lo que ella jamás pensó. Él le conoce. Ante esa evidencia de poder y conocimiento esta mujer cambia su percepción de Cristo: “Señor, me parece que tú eres profeta” (v. 19). Los seres humanos somos muy parecidos en nuestra reacción natural a la verdad de Dios. Al igual que Nicodemo, ella comienza a tratar de demostrar que no es una mujer inculta en lo que a cosas espirituales se refiere: “Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar”. Trata de introducir la idea de que tanto la posición suya como la de Jesús son visiones válidas con respecto a la forma de agradar a Dios, pero Jesús le...

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Creer con la verdad: la mujer samaritana

“Porque sacia al alma menesterosa, y llena de bien al alma hambrienta” Salmo 107:9 Jesús va a Samaria. Le era “necesario” detenerse ahí (Juan 4:4). Entonces, al calor del mediodía, tiene un encuentro con una mujer de la ciudad que va a sacar agua. Probablemente ella concurría  a esa hora y no en la mañana o la tarde para evitar la vergüenza pública que sentiría por su mala fama. El hecho es que el Señor se le aproxima y le hace una petición: “dame de beber” (v. 7). La mujer considera extraño que “un judío” le pida agua a ella, que es samaritana pues “judíos y samaritanos no se tratan entre sí” (v. 9). Entonces, Jesús entra al tema que realmente le ha hecho detenerse junto al pozo. Él ha tenido que pasar por Sicar para ocuparse de esta mujer necesitada, pues le ama y quiere su salvación. Con palabras directas, hace ver a esta mujer que en realidad ella está en una condición de búsqueda espiritual, de sed espiritual, y que él es el único que puede proveer el agua que ella necesita, “agua viva” (v. 10). Al igual que Nicodemo, esta mujer responde inicialmente a las cosas espirituales con consideraciones y pensamientos del mundo natural. “Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?” (v. 11) Jesús entonces...

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La ley y Cristo

“Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” Lucas 24:27 La obediencia a ley de Dios ha sido una exigencia del mismo Dios eterno a los hombres desde el Edén. La verdad última, eterna, amplia, inabarcable y universal es impresa por Dios en la conciencia de los hombres. El justo no necesita un cuerpo de mandamientos escritos para poder agradar y ser fiel a su Dios. Hay ejemplos en la Biblia de hombres cuya vida y conducta cumplían una ley aún no escrita, pero que era lo que Dios requería como si ya hubiese sido esculpida en tablas de piedra. Recordamos a Abel (Hebreos 11:4) y Abraham (Génesis 26:5) en el antiguo testamento. También a Zacarías y a su esposa en el nuevo testamento (Lucas 1:5-6). Los dos primeros no conocían ley escrita, los dos últimos sí. Sin embargo de todos ellos se dice que eran justos, todos ellos cumplían la ley moral de Dios. Lo que Jesús acaba de decir en Mateo 5:17 es que la Palabra de Dios es un absoluto. No cambia ni se modifica, está por sobre otras consideraciones. Si esa fue su opinión, tendría que ser también la nuestra. Debemos entonces pensar acerca de la ley de Dios de la manera como Jesús pensó acerca de ella. El Señor introduce un...

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Acordaos de vuestros pastores

“Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios” Hebreos 13:7 La construcción de la frase invita a acordarse de aquellos que ya no están en medio de nosotros, han partido. El texto llama a dar debida memoria a quienes nos enseñaron la palabra con fidelidad y devoción. Obtuvieron “la palabra” leyéndola, estudiándola, orando y entregando de lo que el Señor les entregó a ellos primero. No quiere decir que nos acordemos solamente de los que hablaron cosas que a nosotros nos parecieron bien, o que nos agradaban. Tampoco los que hablaron algo que pareció validar nuestro punto de vista u opinión. Quienes hablaron verdaderamente la palabra de Dios nos trajeron lo que nos animó y lo que nos reprendió. Lo que nos mostró que estábamos mal, como lo que hicimos bien. Así es lo que Dios habla con su pueblo, finalmente, pues no fueron las palabras de ellos sino la palabra de Dios. La escritura dice con claridad que “las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor” (Eclesiastés 12:11). ¿Qué estilo de vida promovían? Sin duda un estilo humilde y alejado del espectáculo, bondadosos, cariñosos, leales, mas firmes y rectos. ¿Cuál fue el resultado de su conducta? La mayoría de las veces es posible reconocer fácilmente su legado, a saber...

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Tres peticiones

Con buen criterio, se resuelven las prioridades de la vida, y uno actúa de tal manera que tiene la aprobación de Dios. “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más… para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo” Filipenses 1:9-10.   Cuando Pablo escribió a los Filipenses, se acordaba de ellos y dio gracias a Dios. Pudo orar con gozo debido a la forma en que ellos habían respondido a la enseñanza recibida y demostraban que eran cristianos maduros. Agradeció su “comunión en el evangelio desde el primer día hasta ahora” Filipenses 1:5. Pablo está agradecido por el apoyo de la iglesia, no solamente en sus oraciones, y en su preocupación personal por él, sino también por su ayuda monetaria. Demostraron solidaridad con su hermano en su labor, aunque estaba encarcelado. Esto le llevó a declarar que estaba “persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” v.6.   Pablo reconoció que el evidente crecimiento espiritual visto en los Filipenses fue por “la buena obra” de Dios comenzada con su conversión y que seguiría “hasta el día de Jesucristo” v.7, es decir, hasta la venida de Cristo. Declaró su amor para con los hermanos en Filipos llamando a Dios como testigo; “os amo a...

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