Tuve envidia de los arrogantes…
Con todas las desigualdades en la sociedad de hoy, es fácil compararse con otros y sentirse desplazado, postergado o desfavorecido. Miremos lo que un poeta de la antiguedad escribió. “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos” Salmo 73:2-3 El ser humano cree en el adagio que “todos somos iguales”, pero algunos añaden agudamente que “algunos son más iguales que otros” y buscan un trato preferencial para sí mismos. Basta observar en el supermercado como ciertas personas arrogantes buscan ser primeras en la fila y no les importa que haya otras que estaban antes y ahora tengan que esperar mientras la “intrusa” logra ser atendida. Asaf escribió un Salmo en que hizo una confesión escueta de su debilidad. Comenzó reconociendo la bondad de Dios para con su pueblo; “Ciertamente es bueno Dios para con Israel, Para con los limpios de corazón.” Salmo 73:1.. En verdad, Dios es bueno para con todos. A renglón seguido, Asaf confesó su problema personal: “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos.” vv.2-3. Toda persona honrada que lee las palabras de Asaf, reconoce que en más de una ocasión ha sentido lo mismo. Asaf ha expresado el mismo...
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