Mes: Enero 2014

La confesión de pecado (III)

¿Como se entiende que el apóstol Juan nos señale que debemos confesar nuestros pecados para obtener el perdón de Dios por ellos, pero más adelante nos indique que nuestros pecados ya han sido perdonados? ¿Hay una contradicción? Veamos: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda  maldad” (1 Juan 1:9). La idea es que es algo que hay que hacer para obtener el perdón. “Vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre” (1 Juan 2:12). La idea es que nada queda por hacer pues el perdón ya es un hecho. El mismo Jesús nos enseñó a pedir a Dios: “Perdona nuestras ofensas” (Mateo 6:12), dando la idea de tener que pedir activamente a Dios que nos perdone, pero el apóstol Pablo dice que Dios “os dio vida juntamente con él [Cristo], perdonándoos todos los pecados” (Colosenses 2:13), y más adelante: “De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13-14, ver también Efesios 4:32). ¿Cómo podemos entender estos pasajes?   En la 1ª carta de Juan debemos considerar el párrafo: “Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos…...

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ISRAEL DEBE RECORDAR

Entre las últimas palabras de Moisés para el pueblo de Israel hay instrucción que es válida para nosotros en el día de hoy. Lea de ella. “Éstos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla”. Deuteronomio 6:1. Deuteronomio 6 contiene ciertas frases que hoy día algunos judíos repiten diariamente como un rezo. Es corto y significativo, “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” Deuteronomio 6:4-5. Los cristianos lo llaman la regla de oro. Entre los judíos es un recuerdo de su responsabilidad delante de Dios. El sentimiento expresado debe hacer recordar a cada uno que debe amar a Dios con todas las facultades que posee. El libro de Deuteronomio en parte es el repaso histórico entregado por Moisés al pueblo antes de que entraran ellos a tomar posesión de la tierra que Dios les prometió. El libro es un nutrido tratado de leyes, estatutos, y recomendaciones que los israelitas deberían poner por obra al entrar en la tierra de Canaán. Moisés hizo mención varias veces a los fracasos del pasado para que el pueblo no los repitiera. También destacó la necesidad de reverenciar a Dios....

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La confesión de pecado (II)

La confesión requiere nada menos que una obra del Espíritu Santo en el corazón pecador. Tan simple y tan difícil a la vez, no es natural al pecador el confesar sino más bien explicar, justificar y culpar a otros. En la Biblia aprendemos que este patrón es un resultado directo del pecado mismo. Adán y Eva eran inocentes, de una inocencia que no podemos comprender en nuestra condición caída (Génesis 2:25). En un mundo sin pecado y declarado “bueno” por Dios mismo, Eva contempla “el árbol del conocimiento del bien del mal”. Recién Adán le ha advertido que no deben comer de él, y parece que ha añadido una restricción extra, que es la de no tocarlo. No entraremos en los detales de la caída y desobediencia del hombre, pero una vez que Adán come del fruto prohibido vemos que el pecado corrompe inmediatamente el corazón del ser humano. Un momento antes estaban en inocencia, bondad y perfección de conducta y deleitándose en Dios, en su creación y en su presencia. No había insidia, malas intenciones ni maldad en ellos. No se conocía la culpa ni la angustia. Un momento después hay desesperación, culpa y angustia, y la actitud egoísta y destructiva se hace evidente. Eso debe haber sido una emoción nueva terrible en el corazón y en la conciencia de ellos. Repentinamente lo han perdido todo y se...

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La confesión de pecado (I)

Es interesante que en ninguna parte de la escritura se nos llama a pedir perdón por el pecado. Nunca hay tal llamado pero sí a confesarlo. Leemos, e incluso oímos en predicaciones del evangelio el llamado a “pedir perdón a Dios”, o “pídale perdón al Señor por sus pecados”. ¿Es eso correcto?   “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25) El perdón no es algo que se pide a Dios más bien es un don que él concede por su gracia al que confiesa sus pecados y se aparta de ellos (Proverbios 28:13). Ahora bien, no es fácil confesar el pecado. Definitivamente no lo es. Hasta me parece que podríamos pedir perdón sin confesar el pecado. En una amalgama de sensaciones culposas podríamos pedir perdón sin identificar con claridad “la iniquidad”. David lo expresa claramente en el Salmo 32   “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo 32:5)   David nos muestra claramente la secuencia correcta: primero está la confesión, elemento fundamental e indispensable (“declaré”, “no encubrí”, “confesaré”), y en seguida viene la misericordia y gracia de Dios expresada en el perdón concedido (“tú perdonaste”). A no confundirnos llamando a los pecadores perdidos y a...

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LOS PROFETAS DILIGENTES

Los profetas antaño tenían vivo interés en los eventos futuros, aunque no entendían todo lo que escribían. Sabían que iba a haber una persona que vendría sin conocer exactamente su identidad. No es así con nosotros, ¡Ya sabemos! Lea de Él: “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación.” 1 Pedro 1:10. Pedro el apóstol quería animar a los cristianos de su día para que ordenara sus vidas a fin de estar bien preparados para cuando viniera el Señor. Quería animarles a preparar su mente para actuar sobriamente esperando la revelación de Jesucristo. Les instó a ser “hijos obedientes” y no conformarse con los deseos anteriores, producto de su ignorancia. v.14. Pedro dio como ejemplo el testimonio de los profetas de la antigüedad, quienes querían estar seguros de esta salvación. Con diligencia indagaron y escudriñaban “qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos” v.11. Los profetas reconocían que el Espíritu Santo apuntaba hacia una persona que había de venir. El tema era de tal índole que con profundo interés se dedicaban a averiguar más detalles para así disfrutar de su venida cuando ocurriera. El Espíritu “anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos” v11. ¿Existe tal clase de diligencia entre los cristianos hoy para conocer la verdad...

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