Buscando a los perdidos (VII)

“Y levantándose, vino a su padre” Lucas 15:20 Haremos un paréntesis en esta historia antes de continuar con el relato del hijo mayor. Miremos por un momento lo que esta triple parábola debe haber producido en los oyentes de Jesús. Lucas ha dicho que se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores. En este grupo habrían ladrones, mujeres y hombres de mala vida, individuos despreciados por la sociedad y por los religiosos. Sin duda sería un grupo histórica y culturalmente desplazado y mal visto. Ellos se deben haber visto representados en cierta manera por la oveja que se perdió y celebrarían el hecho de que el pastor dejara las noventa y nueve y fuera tras la que se perdió. Tal vez destellaría en sus mentes el deseo de ser encontrados por un pastor como aquel de la historia que Jesús cuenta y alguno quisiera identificarse con esa oveja y ser motivo del gozo que hay en el cielo cuando un pecador se arrepiente, pues la aplicación al pecador perdido que es hallado la hace Jesús inmediatamente. A continuación Jesús presenta la historia de una moneda perdida y destaca el esfuerzo que despliega una mujer en encontrarla hasta que lo logra. También hay celebración y Jesús vuelve a aplicar la historia al mundo real pues vuelve a mencionar que hay gozo delante de los ángeles por un pecador que...

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Buscando a los perdidos (VI)

“Yo soy el que borro tus rebeliones” Isaías 43:25 La primera parte de la parábola del hijo perdido se completa como las dos anteriores con una fiesta, con el gozo en la familia celestial por la salvación del hijo perdido. La misericordia del padre triunfa por sobre las circunstancias y los años perdidos. El padre no castiga al hijo que vuelve, no le desprecia. No le humilla delante de los demás, no le recrimina, no le encarcela ni le destruye. Así es el  Padre celestial con sus hijos. En este padre tenemos una figura muy hermosa pues es la única vez que vemos en la Biblia una idea que Dios corre. El mensaje es que Dios se apresura a acoger y a perdonar al que viene necesitado y pobre. El hijo parte la historia diciendo “dame” (v. 12) y vuelve diciendo “hazme” (v. 19). El cambio en su interior es radical y da cuenta de la actitud de siervo que cada pecador perdido debe tomar delante de Dios cuando busca misericordia y perdón. La restauración es completa. El padre viste al hijo, le dignifica, le bendice y provee. En cierta manera, le re-equipa otra vez para vivir y ser productivo. Ahora puede participar de las bendiciones de la familia no en una posición disminuida sino en una rehabilitada. No se avergüenza de llamarlo hijo. Un detalle importante, que es...

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Buscando a los perdidos (V)

“Le dijeron: Señor, danos siempre este pan” Juan 6:34 El hijo menor, al igual que el hombre, desperdicia sus bienes en el mundo. Vive perdidamente pues no tiene otra forma de vivir en un mundo perdido. Uno a uno, los bienes con que hemos sido bendecidos van siendo malgastados. Ahí tenemos la vida y la salud, malgastados en una vida articulada en torno al yo. También la inocencia de la infancia, la bondad de un niño, en la cual se reconocen atisbos de la imagen de Dios, se pierden a poco andar en este mundo. Luego tenemos el libre albedrío la voluntad, que se emplean para el mal. El hombre desperdicia sus bienes y puede sobrevivir en la tierra apartada de Dios y de su voluntad porque se alimenta de algarrobas. Es posible alimentarse de algarrobas por algún tiempo, incluso años, pero inevitablemente el alma necesita el verdadero pan del cielo (Juan 6:32). Frente a las dudas y preguntas trascendentales del ser humano el hambre se hace grande e insostenible. Si el lector la ha experimentado sabe que sólo hay satisfacción en Cristo. El hijo menor recordó que había disfrutado de pan en la casa del Padre. Para algún lector puede ser una memoria de la infancia o la juventud, la escuela dominical, la enseñanza de alguna madre devota. Para otro será la primera vez que se da cuenta...

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Buscando a los perdidos (IV)

¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria? Salmo 8:4 La tercera figura de Lucas 15 tienen que ver con dos hijos. Las dos parábolas anteriores han mostrado un elemento perdido y una gran mayoría que no lo está, al menos evidentemente. Hay un esfuerzo grande de búsqueda, primero por un hombre y luego por una mujer, y las historias terminan con una fiesta en la cual el gozo por haber hallado lo que estaba perdido es el gran motivo. Desde el verso 11 vemos que la figura es más compleja y más completa. También hay un individuo perdido pero en este caso, su hermano –el hijo mayor– también lo está, aunque dentro de la casa. El relato es fácilmente comprensible para los de aquel entonces y para nosotros. Se trata de un joven que desea independizarse de la autoridad paterna pero de mala forma. En realidad está hastiado de la figura paterna, de sus reglas y responsabilidades y sólo quiere el beneficio material que su padre puede darle. En aquel entonces y también ahora, una vez muerto el padre habría herencia o patrimonio a repartir, no antes. Al hijo menor le correspondería según estaba escrito, un tercio del total (Deuteronomio 21:17). Esta actitud de requerir a su padre que le dé su parte –que no le corresponde aun– en realidad representa el deseo no confesado de...

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Buscando a los perdidos (III)

“Busca con diligencia hasta encontrarla” Lucas 15:8 Los publicanos y pecadores se acercan a Jesús para oírle. Los fariseos y escribas están al lado suyo y NO quieren oírle. Esta paradoja se da aun el día de hoy. Jóvenes y señoritas criados en el evangelio y expuestos desde niños a las verdades de la palabra de Dios ya no quieren saber más de ella. Les incomoda Cristo, les molesta este mensaje de perdón, acogida y salvación. En la seguridad de un hogar cristiano obediente hay abundancia de provisión espiritual, y lo material no ha de faltar tampoco, pero los religiosos del tiempo de Jesús están tan alejados de la voluntad de Dios y tan satisfechos con su propia justicia que lamentan la misericordia que él despliega en beneficio de los necesitados y hambrientos espirituales. En seguida Jesús presenta la parábola de una moneda perdida, aquí llamada dracma. Posiblemente, se nos dice, formaría parte de un collar, cintillo o adorno nupcial y, por lo tanto, de enorme valor más allá que lo estrictamente comercial. Así ocurre con cada alma perdida. Para Dios tiene tanto valor que le buscará con esfuerzo y dedicación. Si hay algún lector que duda del amor de Dios, o que duda de la intensidad de ese amor, o que se pregunta si será de interés su persona y sus circunstancias para un Dios tan alto, santo...

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