De en medio del fuego (V)

Santas palabras de nuestra fe, Traídas de arriba hacia esta edad, Vinieron a nosotros con sacrificio, Oh, las fieles palabras de Cristo escuchad. Santas palabras preservadas desde antiguo, En este mundo para nuestro andar, El corazón mismo de Dios en ellas resuena, Oh, que estas antiguas palabras nos enseñen, dejad.       — Ronnie Freeman Jr.   Dios ha hablado, y si Dios ha hablado, debemos confiar. “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 4:16) y debemos defender su autoridad y perfección. ¡Son las palabras de Dios! Somos responsables de oírlas, enseñarlas y cumplirlas. Son palabras dignas de toda aceptación y crédito por parte nuestra. Las palabras humanas son dependientes del contexto, la madurez de quien las enuncia, su limitado conocimiento en el momento, y el contexto en el cual se desenvuelve. No podemos confiar en las palabras del hombre mas tenemos toda confianza en las palabras de Dios. La Biblia no es un libro que dice cosas ciertas acerca de Dios. La Biblia es la palabra de Dios. Si Dios ha hablado, confiamos en su palabra porque confiamos en él. Desconfiar de ella es desconfiar de Dios mismo. Al final el autor de estas palabras es quien sostiene la fe del corazón dubitativo. Sabemos quién habló y nuestras dudas desaparecen. No haya desconfianza de nuestra parte en la misma palabra de Dios. Ella es nuestra esperanza para esta...

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De en medio del fuego (IV)

“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí” Jeremías 15:16 Si Dios ha hablado, entonces el cristiano debe hablar en nombre de Dios también. El verdadero creyente ahora conoce a Dios y lo que el ha hablado. Tiene, por lo tanto, la autoridad para hablar, conversar, predicar y enseñar según las Escrituras pues son las mismas palabras de Dios, que una vez oyó y obedeció. Debe hacerlo con fidelidad. Este mandamiento es constante en la Biblia partiendo por enseñar las palabras de Dios en la familia a los hijos y en la sociedad (Deuteronomio 4:10). ¿Hemos hablado sus palabras a nuestros semejantes? ¿Se oye su palabra en nuestros hogares, en nuestra mesa, en nuestra conversación? Dios ha hablado, y su revelación es tan exclusiva y excluyente que él advierte contra añadirle o quitarle (Deuteronomio 4:2). Lo que Dios habla es para nuestro bien. Nos quiere enseñar su voluntad, buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2). Sus advertencias y ordenanzas son todas para que seamos felices y nos vaya bien, y no suframos las inevitables consecuencias de la desobediencia (Deuteronomio 5:29). Dios ha hablado también para nuestra redención. Cuando pensamos en redención, nos es fácil y directo pensar en la cruz y la muerte de Jesús por nuestros pecados, pero esto es la consumación del plan de Dios y de su revelación en cuanto a la redención. A lo largo de...

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De en medio del fuego (III)

“A fin de conocerle” Filipenses 3:10 Cuando miramos a la cruz vemos la misericordia de Dios, pero en el monte Horeb también hubo misericordia. El hecho que Dios haya hablado es también una manifestación de su misericordia. Dios nos permite oír su voz. El mundo funciona como si Dios no hubiese hablado pero esa habría sido una catástrofe. Si Dios no hubiese hablado ningún ser humano jamás estaría en lo correcto y ninguno equivocado. Mas si Dios si ha hablado entonces todo cambia y la más alta aspiración humana debiera ser escuchar lo que el creador ha dicho. El punto es que Dios muestra su misericordia no solamente en la cruz sino también en su revelación, en el hecho de que nos ha revelado sus pensamientos y manifestado su voluntad. En este hecho hay gran condescendencia para con el hombre. Son las palabras de Dios dadas a nosotros para que podamos encontrarnos con él. Esto tiene varias implicancias para nosotros, seres humanos finitos y falibles. Si Dios ha hablado, entonces podemos acceder al más alto y más grande conocimiento que cualquier oído humano pueda oír, y no podemos quedar como si no lo hubiésemos oído, no podemos quedar como si no lo supiésemos. Somos responsables de lo que hemos oído. Si Dios ha hablado, lo sabemos sólo por su misericordia. No hay orgullo en nuestro saber porque todo lo...

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De en medio del fuego (II)

“Oíd palabra de Jehová, vosotros los que tembláis a su palabra” Isaías 66:5 Con la entrega de la ley, que en sí es una revelación directa de parte de Dios, a Israel se le recuerda no sólo lo que ella contiene, los preceptos y mandamientos de Dios, sino el contexto en el cual esta ley fue entregada. Es un contexto dramático, un  escenario sobrecogedor: “Y os acercasteis y os pusisteis al pie del monte; y el monte ardía en fuego hasta en medio de los cielos con tinieblas, nube y oscuridad;  y habló Jehová con vosotros de en medio del fuego; oísteis la voz de sus palabras, mas a excepción de oír la voz, ninguna figura visteis.  Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra” – Deuteronomio 4:11-13 Este es un Dios que se ve sino uno que es oído. El contraste con los ídolos es brutal. Los ídolos son vistos pero no se escuchan, no hablan. El único Dios verdadero habla y es escuchado, desde el fuego, pero no se ve. Oír la voz de Dios no es algo que Israel mereciera, ni tampoco nosotros. Es una manifestación de misericordia y condescendencia. Moisés les está intentando mostrar que lo que ellos han presenciado y lo que han oído es algo que no...

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De en medio del fuego

“De en medio del fuego, de la nube y de la oscuridad, a gran voz” Deuteronomio 5:22-24   Dios ha hablado, y lo ha hecho de una manera clara y directa. Entregó la ley a Israel en lo que fue un gran despliegue de poder, fuego y sonido atronador. Tal  presentación se entiende por la grandeza del evento, que es sobrecogedor y tremendo. Lo que ocurre es que Jehová mismo descendió al monte para entregar su ley, y el pueblo fue a su encuentro: “Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego” (Exodo 19:17-18). Tal vez no podemos dimensionar lo que esto significa. Fue un encuentro con el Dios vivo y verdadero, todopoderoso y temible. Dice el pasaje: “Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte” (Exodo 19:20). El pueblo temió, y reconoció que no estaban en condiciones de estar delante de este Dios tan alto, tan santo, tan puro y tan poderoso. Moisés les recuerda más adelante: “¿Ha oído pueblo alguno la voz de Dios, hablando de en medio del fuego, como tú la has oído, sin perecer?” (Deuteronomio 4:33). Ellos lo reconocieron también: “Hemos oído su voz de en medio del fuego; hoy hemos visto que Jehová habla al hombre,...

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