Autor: rc

Jesús glorificó al Padre en su vida, conducta, obras y palabras

Veamos brevemente acerca de la glorificación de Jesús hacia su Padre en su vida terrenal. “Dios estaba con él” Hechos 10:38 En primer lugar, tenemos que Jesús glorificó al Padre en su vida interior. En su andar secreto con el Padre, en su vida personal, el Hijo está en sintonía perfecta con el Padre: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo [o, fuera de sí mismo], sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente” (Juan 5:19). “El que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Juan 8:29). En su conducta. Jesús tuvo un andar y un comportamiento irreprochable, digno de su Padre, como debía ser puesto que Él es el verbo, el que expresa lo que Dios es: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (Juan 8:46). “[Jesús] anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38). Por lo mismo en cuanto a que nosotros glorifiquemos al Padre, Jesús nos demanda: “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6). En sus obras. Así como su vida interior era digna del padre, sus obras también lo fueron: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo sino...

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La gloria de Dios, las cosas como deben ser

Hemos visto que cuando la Biblia habla de gloria, se refiere al esplendor o magnificencia propia y singular de Dios como atributo. También se refiere en ocasiones a la misma presencia divina visible al hombre y expresada en el Hijo de Dios. Veamos una tercera perspectiva bíblica acerca de qué quiere decir cuando se menciona la palabra gloria. “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” Juan 17:4 En la Biblia la gloria de Dios se refiere también al reconocimiento de sus criaturas cuando éstas obran de acuerdo con Su persona: cuando “las cosas son como deben ser, de acuerdo con el estándar de Dios”. En este sentido, es posible dar gloria a Dios al hacer algo o decir algo que va directamente en dirección a restaurar y expresar la completa y perfecta  satisfacción de Dios, porque las cosas, pensamientos y eventos han respondido a Su naturaleza y a Su propósito. Cuando  Él  se  deleita,  cuando  Él  está contento, cuando está satisfecho, él es glorificado. Recordemos, las cosas son como deben ser y están de acuerdo con lo que Él es (Génesis 1:31). En nuestra vida, cuando somos salvados y avanzamos en el terreno de la nueva creación en Cristo, donde todo responde al beneplácito de Dios, le glorificamos. Así, cuando Él está satisfecho nos comparte de esa satisfacción por su...

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La gloria de Dios, nuevamente presente en Cristo

Después que Israel se aleja del Dios vivo y verdadero, la Shekiná nunca retornó. Tampoco retornó al segundo templo, el de Herodes, al menos no en la manera en que había habitado antaño. ¿Hasta cuándo la gloria –la presencia misma de Dios– se mantuvo ausente del templo? La respuesta la tenemos en el evangelio de Lucas, cuando un hombre anciano, por revelación va al templo, al segundo templo. Simeón reconoce en el pequeño bebé al Dios omnipotente, a El-Shaddai, a la Shekiná: “Han visto mis ojos tu salvación, La cual preparaste en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación de los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel” (Lucas 2:30–32). Ahí está, la gloria otra vez en el templo, pero es desconocido para el mundo. Juan nos confirma el hecho de que la gloria habita nuevamente entre el pueblo de Israel cuando nos escribe que “Aquel verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros. Y vimos su gloria” (Juan 1:14). Pero también nos muestra en qué condiciones viene, casi en anonimato: “Y yo no le conocía” (Juan 1:31). Ya en el Antiguo Testamento Isaías había visto anticipadamente a aquel Mesías: “Aquel día el Renuevo de Jehová será espléndido y glorioso” (Isaías 4:2-6). Juan el Bautista se hace eco del mensaje del profeta cuando viene predicando y llamando a preparar el camino para la venida de la gloria del...

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La gloria de Dios, su presencia misma

En la Biblia, además de expresar el esplendor propio de Dios, la palabra gloria se refiere muchas veces a la manifestación de su presencia particular. Veamos algo acerca de esto. “Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Porque la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel” (Éxodo 40:34) Estas manifestaciones se suelen asociar con imágenes de luz y fuego, y se hallan en distintos pasajes en el Antiguo Testamento. La palabra que describe esto es Shekiná o “gloria que habita” (Éxodo 3:2). Los israelitas en el desierto tuvieron el privilegio único de observar con sus ojos la presencia misma de Dios como pilar de nube y fuego que les guiaba a través del mar y el desierto (Éxodo 13:21, 19:9, 18). Dios estaba ahí, y las columnas de nube y fuego no eran sólo un testigo del cuidado de Dios. Más bien eran precisamente la presencia misma de Dios, la Shekiná, la gloria. ¡Qué gran privilegio! Este cuadro de Israel acampando alrededor de la gloria en Sinaí, que en realidad es Dios mismo, y rodeando el tabernáculo, ilustra el concepto de Emanuel –Dios con nosotros– el Dios en medio de su pueblo (Éxodo 40:34-38). Esta figura anticipa la presencia de Jesucristo en la congregación de los...

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La gloria de Dios, su esplendor singular

La gloria de Dios se puede considerar desde distintas perspectivas. Veamos la primera de ellas. “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” Romanos 3.23   Como atributo, la gloria de Dios expresa en primer lugar el esplendor singular de Dios. Se refiere a su belleza y grandeza majestuosa.  Se refiere a lo sumo de sus perfecciones. Esto es un concepto integral y exhaustivo, que dice relación con todo lo que es Él. Es mucho más de lo que pudiera ser observable con los ojos, y todos recordaremos el despliegue radiante y anonadante que describe Isaías cuando tiene una visión del Señor “sentado sobre un trono alto y sublime” (Isaías 6.1). Incluye también su esplendor moral, su perfección en cuanto a sus designios siempre puros, santos y perfectos, y sus acciones que son de la misma condición. A esto se refiere el apóstol Pablo cuando escribe que los hombres todos hemos pecado y estamos muy por detrás (hystereō) de la gloria de Dios. El concepto implica el haber quedado corto en cuanto a todas las dimensiones de las cualidades morales divinas. El pecado ha hecho que no estemos en condiciones de aproximarnos a Dios. Este atributo multidimensional es exclusivo suyo y ningún otro puede tenerlo: “a otro no daré mi gloria” (Isaías 42:8). De una manera visible e indirecta, la creación proclama estas perfecciones como...

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