Autor: rc

El alto costo de la desobediencia (3)

“Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?” Romanos 10:16 La desobediencia es algo innato en todos los seres humanos. Adán y Eva gozaban en el Edén de la comunión diaria con su Creador, pero sugestionados por Satanás, desobedecieron a Dios y fueron echados fuera. El costo tan elevado de este acto de rebeldía seguimos pagando nosotros según nos aclara la Biblia, “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron… Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno CRISTO, los muchos serán constituidos justos” Romanos 5:12 y 19   Desde nuestro nacimiento, somos pecadores. Lo somos por herencia y por práctica pues cada uno ha desobedecido a Dios y él dice, “el alma que pecare esa morirá”. La muerte no es un dejar de existir sino más bien un desesperante existir distanciado de Dios. Antes de obedecer al evangelio, los Efesios estaban en un condición descrita como “muertos en vuestros delitos y pecados” Efesios 2:1. Este es el verdadero estado de todo pecador delante Dios. Viviendo, está lejos de Dios. El evangelio llama al arrepentimiento y la obediencia para confiar en Cristo. Si el pecador continúa...

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El alto costo de la desobediencia (2)

“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” 1Samuel 15:22   Durante le Segunda Guerra Mundial, los ingleses construyeron defensas en las playas para evitar la invasión que nunca llegó. Debajo de las arenas escondieron minas de alto poder explosivo y para salvaguardar la vida a las personas no enemigas colgaron en los enredos de alambre de púa avisos en letras rojas que decían: “PELIGRO, MINAS, NO PASE”. Un día se notó una columna de humo a la distancia y a un compañero de nosotros le despertó la curiosidad. Para ver mejor pasó por encima del alambre de púa, haciendo caso omiso de los avisos y de las órdenes superiores, y se encaramó en un bloque. No satisfecho todavía, brincó del bloque a las arenas da la playa. En ese momento andaba yo por la calle a unos treinta metros de distancia y sentí una tremenda explosión. El pavimento se estremeció y pedacitos de metal y de piedras empezaron a llover sobre mí. Sentí caer algo más pesado a mi lado. Era el hueso de la rodilla de un hombre con pedazos de carne carbonizada colgando de él. Inmediatamente fue reunida toda la tropa. Era de creer...

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El alto costo de la desobediencia (1)

“¿Cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” 1Pedro 4:17 Hay en el mundo una preocupación bien fundada en el alto costo de la vida. Los precios de los artículos de primera necesidad están por las nubes y siguen en alza hasta que las ganancias de muchos a duras penas cubren sus gastos. Este dilema es en serio en verdad, pero hay otro infinitamente más grave, y que causa poca o ninguna preocupación en las personas. Es el alto costo de la desobediencia a Dios, el de seguir en sus pecados sin obedecer al evangelio hasta perder el alma eternamente. El costo de tal desobediencia no ha variado durante los siglos porque es tan elevado que no puede subir más.   La desobediencia puede acarrear consecuencias fatales aun en las cosas que atañen a nuestra vida física. Pienso en un acto de indisciplina de parte de un soldado en la segunda guerra mundial que le costó la vida. El pertenecía, lo mismo que yo, a una compañía de cien militares que estábamos alojados en casas en toda la costa sur de Inglaterra. Nuestra misión era la de captar las transmisiones de radio del ejército enemigo para luego descifrar sus mensajes en clave y localizar sus divisiones.   En las playas cerca de aquellas casas, los ingleses habían construido defensas después de ser arrojados del...

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La necesidad de mostrar amor

“Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos” Juan 17:26 Recientemente se publicó la historia verídica de una señora, madre joven, que sufría de una enfermedad que la había dejado inválida y estaba acostada en la cama cuando entró su hijita de nueve años. Ya que su madre estaba destapada en la cama, pues la ropa que debía cubrirla estaba doblada al pie del lecho, con cuidado su hija la desdobló y se la puso sobre su querida madre, acomodándola para que no sintiera frío. “¿Sabes?” dijo la madre, “No hace mucho era yo quien doblaba la ropa y te la ponía a ti. Y ahora tú estás haciendo lo mismo conmigo. Qué linda eres tu mi hijita”. La chica se acercó a su madre y le dio una linda sonrisa mientras bajó su rostro para besarle en la mejilla. Luego susurró en el oído de su madre, “Es que nos turnamos, ¿No es cierto?” Y la niña se retiró calladamente de la sala. Con toda su inocencia y con su simpatía juvenil, aquella señorita dio forma a uno de los principios bíblicos que deben significarnos mucho. Si bien es cierto que esta hija respondía con amor al parentesco familiar con su madre, no es menos cierto...

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Indicaciones para llegar

¿Tiene claras las indicaciones para llegar al cielo? Lea acerca de un viajero que escuchó dos indicaciones. “ Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” Juan 14:6   En el país de Escocia dos ciudades importantes son Edimburgo y Glasgow. La primera está en la costa oriental y la otra sobre el río Clyde. Años atrás, un caballero de visita de Londres viajaba en auto pasando por el pueblo de Kilmacolm, y buscaba la ruta a Glasgow. Un hombre trabajaba en arreglar el camino y el viajero le preguntó qué camino debiera tomar para llegar a Glasgow. El escocés explicó exactamente por donde tenía que ir. Estaba por despedirse el automovilista cuando el otro le añadió, “Perdone, señor, ¿acaso usted conoce el camino al cielo?” “No,” contestó el viajero, “no lo sé.” Replicó el trabajador, “Bueno, Cristo dijo ‘Yo soy el Camino, nadie viene al Padre, sino por mí.'” Con esto, el viajero inglés se despidió del trabajador y se dirigió hacia Glasgow. Iba pensando en lo dicho, y no podía olvidarse de las palabras que había escuchado. “Yo soy el Camino, nadie viene al Padre, sino por mí”. Durante varios días reflexionó sobre las indicaciones recibidas para ir a Glasgow y al mismo tiempo palabras que le indicaron el camino al cielo. Días después, mientras...

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