Autor: rc

El sano orgullo de Josafat

A veces es necesario quitar los tropiezos del camino. Miremos el ejemplo del rey Josafat. “Y se animó su corazón en los caminos de Jehová” 2 Crónicas 17:6   La palabra orgullo puede tener dos significados. Se usa en sentido bueno o sentido malo. Uno siente orgullo sano cuando logra una meta respetando todas las reglas sin desviarse. Es natural tener un sentir de satisfacción cuando realiza una tarea que queda bien hecha. Es el producto de aplicarse con dedicación a terminar un trabajo. En este sentido el orgullo es bueno. El orgullo pasa a ser negativo cuando se adoptan actitudes altaneras, cuando alguien cree que es superior a otros. Jesús tuvo que tratar con personas así, y no se quedó callado. “A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola.” Lucas 18:9. Luego el Señor contó acerca del fariseo y del publicano en el templo a la hora del sacrificio, destacando el orgullo desmedido del fariseo por considerarse mejor que todos los demás. Solamente del publicano que humildemente reconoció su pecado se dice que “descendió a su casa justificado antes que el otro.” v.14.   El rey Josafat tuvo un orgullo sano cuando “quitó los lugares altos y las imágenes de Asera de en medio de Judá.” 2 Crónicas 17:6. “Y se animó su corazón en los caminos de...

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Si el Señor viniera a tu casa

Si el Señor viniera a tu casa, a pasar algunos días, si viniera sin aviso, ¿cómo le recibirías? “Encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien” 1 Pedro 4:19   Si el Señor viniera a tu casa, a pasar algunos días Si viniera sin aviso, ¿cómo le recibirías? ¡Ah! Yo sé que le darías, tu mejor habitación, Y la más rica comida, sazonada a la perfección. Le asegurarías, que es realmente, para ti un gozo sin par Tener un huésped tan honrado, visitando tu hogar.   Pero, al ver a tu puerta el Visitante, tan distinguido ¿Correrías, complacido, a decirle “¡Bienvenido!”? ¿O tendrías que cambiarte antes de dejarle entrar, Esconder esas revistas y poner la Biblia en su lugar? ¿Y que del “aparato” que sueles contemplar? ¿Donde lo pondrías, o lo tendrías que tapar? Y esa palabra hiriente que acabas de pronunciar ¿Desearías que la Visita, no la hubiera alcanzado Él, a captar?   Y, si algunos días, quisiérase Él quedar Como normalmente vives tú, ¿podrías continuar? Usando el lenguaje que normalmente es tu hablar Y la forma de tu vida, ¿la tendrías que cambiar? ¿No sería diferente toda tu conversación Con la lectura de la Biblia y los ratos de oración?   ¿Dejarías que él oyera tu cántico usual Y los libros que a tu alma son comida espiritual? ¿Llevarías a tu Amado a todo aquel lugar...

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No con ejército ni con fuerza (5)

“El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” Colosenses 1:13   En el día a día hay un esfuerzo y tarea personal en la santificación que no disminuye el hecho de que sea un acto de confianza en Dios. Debemos mantener las proporciones bíblicas, sin intensificar ni disminuir los pasajes que hablan de nuestro esfuerzo y los que hablan de que debemos confiar en Dios para nuestra santificación.   Pablo escribe: “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:25-27). Pedro escribe: “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección” (2 Pedro 1:10). Sin embargo, traemos estos mandamientos a la promesa de Dios y a su compromiso basado en la sangre derramada de su Hijo, de completar la buena obra en nosotros (Filipenses 1:6), de trabajar en nosotros lo que a Él le agrada (Hebreos 13:20-21), de santificarnos por completo (1 Tesalonicenses 5:23), y de que “cumpla todo propósito de bondad y...

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No con ejército ni con fuerza (4)

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” Romanos 5:1 El propósito de Dios al hacer la santificación una travesía para toda la vida, en vez de un acto instantáneo al momento de la conversión tiene que ver, finalmente, con que Él hace todas las cosas para el mayor despliegue de su gloria. Él no conquista todos nuestros pecados en un instante, si bien podría hacerlo y perfeccionarnos ahora. Ha querido hacerlo cuando partamos de este mundo, cuando estaremos entre “los espíritus de los justos hechos perfectos” (Hebreos 12:23). La promesa del evangelio es que al momento de poner nuestra fe en Jesucristo nuestra condenación es removida y somos declarados justos. No somos hechos justos, sino declarados justos. Un corazón cambiado por gracia tiene una más profunda motivación que una persona que lucha por lograr el favor de Dios mediante sus obras. El creyente tiene gozo al considerar su redención inmerecida y vive y obra en gratitud y amor por Cristo. Buscamos crecer en santificación, no para recibir el favor de Dios sino como resultado de haber gustado ese favor. Esto no elimina completamente el rol de la ley pero cambia nuestra relación con ella. La diferencia entre la santificación centrada en el evangelio y sus sustitutos basados en el rendimiento o performance es que la primera produce obediencia de corazón...

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No con ejército ni con fuerza (3)

“Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” Santiago 4:6   Una vez que el creyente se vuelve del pecado al arrepentimiento, en vez de mejorar su debilidad es más bien claro que no puede librarse del problema en el cual está inmerso. No se trata de castigarse y afanarse en salir de la situación y de vencer el pecado, se trata de dejar de confiar  en uno mismo y sus recursos y “caer” en la confianza en Dios, dándonos cuenta una vez más que él posee todo el poder del cual nosotros carecemos.   El evangelio y la cruz nos llevan a admitir que debemos permitir al Dios todopoderoso el estar a cargo de nuestra santificación. Dios ha prometido ayudar al humilde pero abandona a su suerte al que confía en sus propios recursos. Esta es una respuesta a la cual estamos muy acostumbrados, al querer arreglar tal o cual cosa por nosotros mismos. Al intentarlo, somos soberbios y asumimos una actitud farisea, la misma que Jesús condenó en el Sermón del Monte (ver Romanos 8:9-11; Filipenses 2:12-13; Efesios 3:16; Gálatas 5:16-17, 25; Colosenses 2:20-23). “Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré” (Hebreos 8:10) La visión bíblica de la santificación requiere un genuino cambio del corazón con el fin de expresar los efectos a largo plazo de reflejar...

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