Autor: rc

Cristo, siempre vencedor (III)

“Yo he vencido” Apocalipsis 3:21 Subo a mi Padre y a vuestro Padre, dijo Jesús antes de ir a la cruz. Esto nos lleva a considerar brevemente en el reencuentro del Hijo con el Padre en gloria. Pablo lo menciona en una frase, al describir el misterio de la piedad: “recibido arriba en gloria” (1 Timoteo 3:16), que podemos entender como recibido arriba en la gloria y también como recibido arriba en gloria, es decir, en triunfo, en esplendor, en exaltación, en victoria. Cristo asciende a la vista de los suyos: “viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos” (Hechos 1:9), y el hecho invita a pensar por un momento en aquella reentrada al cielo, triunfante y victorioso. Al igual que José, cuya historia una vez más nos sirve como pálido ejemplo, Jesús se reencontró con su Padre, en victoria. José había sufrido, había sido tentado, había estado en el pozo, había sufrido la cárcel, había sido “apartado de entre sus hermanos” (Génesis 49:26). Probado, resultó victorioso. Llegado el día señalado “José unció su carro y vino a recibir a Israel su padre en Gosén; y se manifestó a él, y se echó sobre su cuello, y lloró sobre su cuello largamente” (Génesis 46:29). Nada le pregunta Jacob y nada le dice José a su padre. Ambos conocen el dolor que el...

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Cristo, siempre vencedor (II)

Cristo es el gran vencedor. Nunca vencido, nos hace partícipes de su victoria. Lea acerca de esto. “He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido” Apocalipsis 5.5 Es posible trazar la travesía triunfal del Hijo de Dios desde el principio de su ministerio. Aun así, la Biblia nos da luces de su preeminencia aun en su infancia y del control total de la situación que tenía en todo momento. Debemos siempre considerar que en Jesús habitan dos naturalezas, la divina y la humana. La divina, siempre plena y omnipotente (“el verbo era Dios… y aquel verbo fue hecho carne”), pero la humana estaba sujeta al desarrollo y al crecimiento propios de un hombre. Así, Jesús recién nacido no anduvo haciendo milagros, ni de niño anduvo enseñando las profundidades de Dios. Al desarrollo normal del cuerpo y del intelecto del niño Jesús le acompañaba permanentemente la sabiduría ilimitada y eterna del Jehová El-Olam –el eterno– y de Jehová El-Shaddai –el todopoderoso*, pero manifestada progresivamente conforme su desarrollo humano lo permitía de manera apropiada. “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él” (Lucas 2.40). Crecía y se fortalecía –su naturaleza humana– y se llenaba de sabiduría –el divino ser, infinito y santo, se expresaba en el Jesús hombre a medida que...

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Cristo, siempre vencedor (I)

En el evangelio de Juan encontramos una descripción sucinta pero profunda acerca de quién es Jesús. Lea acerca de esto. “En el principio era el Verbo” Juan 1:1 ¿Quién es Jesús? Qué pregunta y cuántas veces enunciada. En el primer capítulo del evangelio de Juan se nos dice que “en el principio era el verbo” (eternidad), “el verbo era con Dios” (persona distinta), “el verbo era Dios” (divinidad). Encontramos la descripción de persona que existe ya desde el principio, está con Dios, y es Dios (Juan 1:1). Ahora bien, esta persona de la trinidad es mencionada con un descriptor muy significativo, el “logos”. En español se ha traducido Verbo, en inglés Palabra. ¿Qué significa? Bueno, significa que es la expresión de la persona de Dios. Es quien ejecuta las obras de Dios, es quien expresa lo que hay en el corazón de Dios, es el que habla lo que Dios quiere comunicar, es quien nos muestra todo acerca de Dios. Dios hizo todas las cosas por intermedio del Verbo (Juan 1:3), Dios creó el universo por intermedio del Verbo (Hebreos 1:2), Dios amó al mundo, y envió al Verbo (Juan 3:16), Dios juzgará al mundo por el Verbo (Juan 5:22), Dios el Padre se revela en el Verbo (Juan 1:18). En suma, todo lo que conocemos acerca de Dios y todo lo que Dios quiere que conozcamos acerca de...

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La tríada de fe del creyente: La fe que sostiene

En la hora de la prueba el ser humano puede reaccionar de muchas maneras. Lea acerca de cómo reaccionan los creyentes en Cristo. “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” Santiago 2-4 Sólo el creyente en Cristo puede dejar delante de su Dios su carga y descansar confiado en que, ante la incertidumbre, el dolor y la pérdida “el eterno” cuidará de él (Deuteronomio 33:27). No se trata de no sufrir o no lamentarse. Por cierto que no, el dolor y el llanto tienen su razón de ser y es necesario expresarlos. No obstante, el sentido que tenga la prueba es demasiado distinto según si quien la padece conoce o no al Dios eterno y soberano. Un apreciado amigo acaba de sufrir un incendio en lo que constituía gran parte de su fuente de sustento. Creyente en el Señor con su esposa, Rodrigo ha escrito en su perfil de Facebook: “Tristes, pero con esperanza”. Poco antes había escrito: “Ahora volvemos a nuestra ciudad en medio de lágrimas, sabiendo que a través de ellas vemos la fidelidad de nuestro Dios”. Ellos son creyentes en Cristo y eso hace toda la diferencia. David en incontables ocasiones recibió de Dios la fuerza y el sostén para seguir adelante a pesar de que, humanamente hablando, estaba solo y lo...

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La tríada de fe del creyente: La fe que santifica

Una vez que el pecador ha puesto su fe en Cristo, Dios le declara justo, limpio y santo (1 Corintios 6:11). La fe del nuevo creyente le ayuda a comenzar una travesía progresiva y larga de separación del mundo. “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4). Los efectos inmediatos de la fe que salva son la paz de Dios, “que sobrepuja todo entendimiento” (Filipenses 4:7) y el regocijo en la esperanza de la gloria de Dios, descrito como un “gozo inefable y glorioso” (1 Pedro 1:8). Sin embargo, al mismo tiempo en que es justificado, comienza la santificación. Muy pronto después de creer en Cristo el creyente aprende que el pecado ejerce su fuerza y constata su doble naturaleza: por un lado está la carne luchando en contra del Espíritu, la naturaleza pecaminosa oponiéndose a la gracia de Dios. Es entonces que el creyente comienza a echar mano de las promesas de Dios y, a ejercer una fe nueva en el poder de Dios y en su ayuda para vencer al mundo. El creyente se aparta del mundo, se aparta del mal y busca llevar su vida en la voluntad de Dios, viviendo por fe. Esta fe, sin embargo, no es pasiva o negativa. Esta fe nos insta a apartarnos...

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