Autor: administrador

LLAMADOS A PESCAR Y ALUMBRAR

Usando lenguaje fácil de entender, Jesús llama a sus discípulos a ser pescadores de hombres y alumbrar como luz en el mundo. También como la sal. Los nombres indican lo que el Señor esperaba que fuesen su actividad en su servicio. “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.” Mateo 4:19. “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.” Mateo 5:14. El Señor Jesús se digna usar el instrumento humano para difundir su mensaje de amor y salvación. Cuando un pecador reconoce su necesidad de perdón y acepta a Cristo como Salvador, está comprometido a contar a otros de la bendición recibida. Desde el primer momento de recibir la vida eterna nace un deseo en el corazón para que otros disfruten de lo mismo. Cuando Jesús andaba junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos pescadores, Simón Pedro, y Andrés. Ellos echaban la red en el mar y les dijo: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” Mateo 4:19. Ellos conocían a Jesús desde antes cuando Juan Bautista anunciaba a Cristo como el Cordero de Dios. Andrés siguió a Jesús, convencido de que fuera el Mesías, y se contactó con su hermano Simón al día siguiente. Le trajo para conocer a Jesús. Los dos volvieron a su oficio de pescadores. Pero cuando Jesús...

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La belleza de un creyente anciano (II)

“Honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová” Levítico 19:32 Los ancianos y ancianas –hablamos de hermanos entrados en años– deben ser respetados en la iglesia. Su presencia enriquece y su testimonio estimula. Hay ancianos notables en la Biblia. Ahí está el caso de Simeón, “hombre justo y piadoso” (Lucas 2:25), de Ana, que “no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones” (Lucas 2:37), Juan apóstol que “estaba en el Espíritu en el día del Señor” (Apocalipsis 1:10). En el antiguo testamento hay también personajes que cuando llegaron a la vejez aun pudieron ser de bendición. Jacob, muy anciano, confiesa en su lecho de muerte: “Tu salvación esperé, oh Jehová” (Salmo 49:18). Otro ejemplo a considerar es Barzilai, que nos deja un gran ejemplo de sabiduría, legado y ayuda a jóvenes que vienen después de él. Su historia está en 2do Samuel 19. El anciano Barzilai había sido fiel al rey David en la prueba y este le quiere devolver su favor. Le invita a Jerusalén a su palacio y le ofrece habitación y sustento (2do Samuel 19:31-40), pero Barzilai reconoce que está anciano y poco tiene para disfrutar de la realeza. No obstante –y aquí esta el punto– Barzilai concede a un siervo suyo llamado Quimam, a quien tiene presente y de quien no sabemos más,...

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La belleza de un creyente anciano (I)

“No me deseches en el tiempo de la vejez” Salmo 71:9 Quienes llevamos algunos años asistiendo a una congregación tenemos en nuestra memoria el recuerdo y la imagen de muchos hermanos y hermanas. Algunos de ellos fueron predicadores o maestros y maestras de escuela dominical, otros no. Algunos ya no están pues han partido a la presencia del Señor y otros aún asisten, pese a sus enfermedades y edad. Son hermanos y hermanas que cuando hablan lo hacen de lo que saben y no de lo que leyeron. Tal vez leyeron hace años, pero ahora esas lecciones aprendidas son sólidas y ya forman parte de su propia experiencia. Su sabiduría se ha incrementado y el discernimiento espiritual no les ha abandonado, aunque la memoria y agilidad mental tal vez no es la misma de antes. Dice el texto del salmista: “El justo florecerá como la palmera; Crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa de Jehová, En los atrios de nuestro Dios florecerán.   Aun en la vejez fructificarán; Estarán vigorosos y verdes, Para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto, Y que en él no hay injusticia”   — Salmo 92:12-15   Ellos han florecido con robustez, como árboles plantados en comunión con su Dios. Siempre tendrán algo que entregar y ofrecer a la congregación, su energía espiritual no decae. Una palabra aquí, una exhortación allá. Fructíferos,...

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PRIMERA EPÍSTOLA DE JUAN 1_9 — (003)

Cuando alguien escribe una carta, siempre tiene algún motivo, aunque sea solamente para animar al destinatario. Juan el apóstol escribir cartas. He aquí algunas razones que tuvo. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1 Juan 1:9. Cuando Juan escribió esta carta, no se dirigió a ninguna iglesia ni a ningún individuo en particular. Es una carta que sirve tanto para instruir a una congregación de creyentes, como o a un individuo en su vida particular. ¿Podemos conocer alguna de las razones que tenía Juan por escribirla? He aquí una razón; “Os he escrito esto sobre los que os engañan” 1 Juan 2:26. Parece que los creyentes enfrentaban el peligro de falsos maestros. No hay mención de alguna persecución que sufrían. Pero Juan quería establecer a los creyentes en cuanto a su salvación personal y dijo: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” 1 Juan 5:13. Juan reconoce que existe en el creyente el peligro de desobedecer al Señor, y de no vivir a la altura de la vida nueva que ha recibido. Por eso, quiere animarnos para que no pequemos, pero en caso que algo así suceda, la salvación no...

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LA TEMPESTAD 2

Las tempestades que afligen a algunos son permitidas por el Señor. Tiene un valor espiritual. Lea de ello. “Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” Mateo 14:26-27. Los discípulos del Señor Jesús se encontraron en una gran tempestad. Vale la pena leer y comparar los relatos de Mateo 14, Marcos 6 y Juan 6. Pedro aprendió una lección y fue fortalecida su fe. Su experiencia es muy humana y práctica. Su andar de fe estaba lleno de fallas humanas pues el andar por fe no es fácil. Tenemos siempre la tendencia de mirar a las olas y al hacerlo, podemos sentirnos sobrepasados por las dificultades. El Señor sabe esto y responde pronto en rescatarnos. Vemos también que los discípulos sufrían de un temor sin fundamento. El “fantasma” que les hizo dar voces de miedo (Mateo 14:26) resultó ser el mismo Señor. Les tranquilizó con decir, “Yo soy” (Juan 6:20). ¿Es posible que uno pudiera estar sufriendo actualmente por temor a un “fantasma” cuando realmente es Dios obrando en la tempestad? En el libro de los Hechos capítulo 27, el apóstol Pablo se encontró en una tempestad pero por culpa de otras personas, y sin tener responsabilidad propia por la situación atemorizante. Le sirvió para que...

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